DEMOCRACIA




"Disenso..."

Texto de oro: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8: 32).

Ningún grupo político, económico o financiero, ni dictadura militar, mucho menos un fundamentalismo religioso puede evitar que el pueblo alcance el poder  y disfrute de plena felicidad, prosperidad y confort.
Es de N.S. Jesucristo la hermosísima idea de “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6: 33).

Libertad, justicia. Si. Dos formas perfectas de un ideal supremo pero desvalidas de autoridad para iniciar y mantener el proceso de igualdad y solidaridad entre ricos explotadores y pobres explotados.

Recordemos el sano consejo de San Pablo a los romanos relativos al sometimiento a las autoridades, necesario esto para comprender el proceso del poder popular: “Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella, Porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme;  porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (Rom. 13: 4, 5).

Levantar espadas u organizarse para la guerra, o en el mejor de los casos: “Si quieres la paz prepárate para la guerra” no es prerrogativa o derecho exclusivo de los más ricos para defenderse de quienes atenten contra sus vidas o propiedades.

La Biblia revela una profecía bendita que relaciona perfectamente el trabajo de quienes producen alimentos pero viven en condiciones paupérrimas, y que llega el tiempo o cumplimiento de la profecía en que “forjan espadas” en reclamo de sus derechos inalienables:
 “Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los valientes, acérquense, vengan todos os hombres de guerra. Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy” (Joel 3: 10).

El Príncipe de Paz (Isaías 9: 6), ahora Rey de reyes y señor de los señores, N.S. Jesucristo, dejó las directrices o legado de lo que debe ser el poder popular y como alcanzarlo. Y no queden dudas de que es así.
A.          “Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmos 33: 9).
B.          “No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada, porque he venido a poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mateo 10: 34-36).

Nuestro Príncipe de Paz trajo la base fundamental de la democracia: la disensión.

¿Qué es disenso? 

“DISENSO: La democracia moderna, pluralista y competitiva, se basa en la garantía del disenso, que implica el respeto a una cultura política heterogénea, y la posibilidad de disentir con los que ejercen el poder sin quedar por ello fuera del sistema sino, por el contrario, siendo reconocido como parte necesaria del mismo. Cuál es en este caso el límite del disenso? La legitimidad es la propiedad del poder político de ser aceptado como el más conveniente para la síntesis política, en base a lo cual obtiene apoyo político.

 Legitimidad implica consenso, y consenso implica homogeneidad cultural. La pregunta implica si esa legitimidad, ese consenso y esa homogeneidad cultural deben abarcar todo el campo político, incluyendo las instituciones instrumentales y las decisiones, acciones y opciones de los gobernantes. La opción democrática afirma que no, y que es suficiente el consenso sobre las "reglas básicas del juego": sobre las instituciones creadas para disciplinar los conflictos y proteger los derechos y libertades de las personas y los grupos sobre la base del principio de mayoría atenuado por las garantías a las minorías, pudiendo haber disenso, y por ende posibilidad de cambio, sobre todo el resto, sin que sea cuestionada por ello la legitimidad democrática, sino por el contrario, exaltada en la medida en que ese disenso tiene vigencia efectiva” (D. Fisichella - 1990). Fuente: http://www.eumed.net/diccionario/definicion.php?dic=3&def=265

El reino de Dios y su justicia es el centro de todos los interese sociales, económicos y financieros, militares y de defensa que permiten la plena felicidad, prosperidad y confort del pueblo soberano.

El Príncipe de Paz no quiere que se derrame la sangre ni de los pobres, ni de los ricos. Pero los que se creen poderosos y dueños hasta de la vida de los pobres, el mismo Señor no  les permiten ni imaginar su gran ruina. Mucho menos ver el gran propósito de sus riquezas, que como escribió Ellen White (1825-1915):
“Es propósito de Dios que ricos y pobres vivan unidos por lazos de simpatía y de ayuda mutua. Los que disponen de recursos, de talentos y capacidades deben emplearlos en provecho de sus semejantes” (El MINISTERIO DE CURACION. PÀG. 145).

Para ellos es la profecía de Santiago apóstol: 

“¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.  Vuestras riquezas están podridas y vuestras ropas, comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos y su moho testificará contra vosotros y devorará del todo vuestros cuerpos como fuego.Habéis acumulado tesoros para los días finales” (5: 1-3).

Para que se mantenga la paz entre ricos y pobres nuestro Príncipe de Paz ha dejado un plan de trabajo donde todos (ricos y pobres) pueden recibir “cien veces más ahora en este tiempo”.
   “Jesús respondió:
–Os aseguro que todo el que por mi causa y por causa del evangelio deje casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras, recibirá ya en este mundo cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque con persecuciones; y en el mundo venidero recibirá la vida eterna.  Pero muchos que ahora son los primeros, serán los últimos; y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros” (Marcos 10: 29-31).

Es el plan pacificador para debilitar a los malhechores.

Es el plan para abrir “las ventanas de los cielos” por tanto tiempo esperado.

Es una de las profecías benditas reveladas en  favor de los que trabajan produciendo alimentos y todos los insumos agroindustriales.

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